jueves, 3 de abril de 2014

Noé, de Darren Aronofsky



Nuevo salto al vacío de un director a veces incomprendido (La fuente de la vida) y otras unánimemente aplaudido (Cisne negro), que adapta el episodio bíblico de Noé como lo que es, una epopeya fantástica a la altura de El señor de los anillos.
Por Juanma Fernández

Paramount Pictures

Puntuación: 8

Desde que viera Pi, fe en el caos en una pequeña sala madrileña de versión original, he seguido la filmografía de Darren Aronofsky con la misma expectación que la de maestros como Lynch o Cronenberg. Réquiem por un sueño, La fuente de la vida, El luchador y Cisne negro son cuatro obras maestras que han inspirado desde anuncios hasta series de televisión, sin ir más lejos los close up y tomas al hombro de Breaking Bad son calcados a los que utiliza Aronofsky para perseguir a sus torturados personajes.

Noé supone un inesperado giro de su carrera hacia el blockbuster, y aunque conserve parte de la filosofía de su obra, un protagonista autodestructivo al que le consume una idea –en este caso la del fin del mundo- que dará sentido a su existencia, su visceral puesta en escena pierde fuerza en favor de la mística historia, o simplemente en pos de un mayor número de espectadores, he ahí la cuestión. De momento ha alcanzado el número uno en Estados Unidos y en España va camino de ello después de inundar, nunca mejor dicho, la estación de Sol con su publicidad.

A Aronofsky ya le costó en su momento encontrar financiación para La fuente de la vida, y vista la recaudación obtenida por el film protagonizado por Hugh Jackman y la que por aquel entonces era su pareja, Rachel Weisz, no es de extrañar que en esta ocasión haya sumergido su lado masoquista bajo los espectaculares efectos especiales que recrean el diluvio universal. También es cierto que su retorcido y trágico Cisne negro arrasó en taquilla y le llevó a ser candidato al Oscar. Si con su particular homenaje al ballet y a Perfect Blue (Satoshi Kon, 1997) obtuvo tal repercusión, no tenía por qué sentirse cohibido a la hora de afrontar una gran producción con Russell Crowe a la cabeza de un reparto en el que vuelve a brillar Jennifer Connelly

Noé y su arca han acaparado numerosas películas y miniseries, pero nadie se había atrevido a tomarse tantas licencias con este mito del Antiguo Testamento. En esta nueva Noé encontramos respuestas a cómo se construyó la enorme embarcación con los escasos medios de la época, desde luego no gracias al trabajo de un solo hombre, y cómo se introdujeron en ella los animales. Los vigilantes que ayudan al profeta provocarán la ira de los sectores más rancios de la religión católica, cuando ciertos escritos igual de convincentes que la Biblia aluden a dichos gigantes de piedra.

Quién sabe si llegará el día en que se crea que los hobbits poblaron la tierra o que existió un malvado emperador en una galaxia muy lejana. Mientras dichas creencias no degeneren en sangrientos conflictos o sirvan de excusa para provocar represiones, allá cada cual. A mí me gusta pensar en Cthulhu devorando a la humanidad, y espero que algún día Aronofsky lleve los cuentos de Lovecraft a la gran pantalla, con un poco más de entusiasmo que en Noé pero con la misma inventiva de la que siempre hace gala.

Lo mejor: su progresión dramática y la épica partitura de Clint Mansell.

Lo peor: un clímax descafeinado y una despistada Emma Watson. 


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