jueves, 12 de diciembre de 2013

12 años de esclavitud



La clara favorita a los Globos de Oro es la historia real de Solomon Northup, un violinista negro que en 1841 fue secuestrado y vendido como esclavo.

Imagen: DeAPlaneta

Puntuación: 7,5

Con tanta nominación esperaba que 12 años de esclavitud fuera la película que todo cineasta con pretensiones quiere hacer para ganarse el favor de la industria. Sólo me equivoqué a medias.

Tras la visceral Shame, Steve McQueen vuelve a basarse en hechos reales como hiciera con Hunger, primera gran interpretación de Michael Fassbender. El día a día de un adicto al sexo fue completamente ignorado por los académicos, y a parte de la audiencia le costó digerirlo –no me incluyo entre ellos. 12 años de esclavitud, el libro autobiográfico que Solomon Northup escribió dejando constancia de uno de los episodios más vergonzosos de Estados Unidos, ya había sido adaptado con anterioridad en televisión, y por extraño que parezca ningún productor se había atrevido a llevarlo al cine. Hay en él secuencias más crudas que en Shame, sin embargo la gente siente más compasión cuando ve latigazos que cuando ve a perdedores masturbándose en la oficina.

Por esta razón, la lamentable epopeya de Solomon contada con la elegancia y franqueza que caracteriza a McQueen convencerá a los espectadores de festivales y multicines. Juega a su favor que Django desencadenado gustó mucho y que nadie parece acordarse de Raíces o de El color púrpura (Steven Spielberg, 1985), por no hablar de que el otro título sobre racismo del año ha sido la mediocre El mayordomo

Para mí, el film producido por Brad Pitt –que se reserva un breve papel- ha supuesto una pequeña decepción. Contento de que su director no haya manufacturado un producto para todos los públicos, es en aspectos como el previsible casting o la presentación de ciertos secundarios donde sale a relucir la falta de valentía de un artista demasiado ambicioso. El momento en que el protagonista, Chiwetel Ejiofor, es engañado por dos feriantes es tan predecible como el resto de escenas que enfrentan a esclavos contra amos hasta que aparece Lupita Nyong’o. La desgarradora actuación de esta joven debutante ya suena como vencedora en cualquier gala de premios.

Lo mejor: entre sus siete nominaciones a los Globos de Oro, más las que obtendrá en los Oscar, me alegro especialmente por la que reconoce a Michael Fassbender como uno de los actores de reparto del 2013.

Lo peor: la música de Hans Zimmer, que se autoplagia y recicla su partitura para La delgada línea roja.


domingo, 8 de diciembre de 2013

Naomi Watts es Diana



La actriz dos veces nominada al Oscar (21 gramos, Lo imposible) no pudo resistirse a dar vida a la desaparecida Lady Di, aún sin haberse el guión… prefiero pensar que fue así.

Imagen: eOne Films

Puntuación: 2

Querida Naomi Watts, inolvidable protagonista de Mulholland Drive, me gustaría saber por qué aceptaste el papel de la princesa de Gales en esta producción sobre los últimos años de su vida.  Quiero pensar que en un amago de meterte en el personaje hiciste como la propia Diana cuando concedió una entrevista a la BBC y confesó sus secretos de alcoba a toda la población, arrojándose ella misma a los paparazzi que acabaron con su vida, tal y como se nos cuenta en el film.

Quizás pensaste que podría tratarse de una nueva The Queen, pero ni Peter Morgan firmaba el libreto ni Stephen Frears se encargaba de la puesta en escena, y te faltan unos cuantos años de experiencia para alcanzar a Helen Mirren. La vida de la polémica princesa habría dado para una serie, pero en lugar de eso nos encontramos con un aburrido telefilm que hace aguas en sus intentos por acercarse a la mujer oculta bajo el casco.

O tal vez te sentiste atraída por la inestable personalidad de Diana, o por sus obras caritativas en contra de las minas antipersona. Una vez más te equivocaste de película, y mientras que Mi semana con Marilyn nos sorprendió gratamente con su retrato de la vulnerable actriz, Diana se limita a mostrarnos a una infeliz que se aburre en su palacio y decide salir a visitar hospitales y enamorarse de un cirujano con el rostro del Sayid de Perdidos (Naveen Andrews).

No obstante tu reprimida interpretación no es lo peor del film de Oliver Hirschbiegel (El hundimiento), director en el que pocos deberían confiar después del fracaso comercial que supuso Invasión. Si con aquel título de ciencia ficción pretendía emular al clásico La invasión de los ladrones de cuerpos y con Diana reavivar la memoria de Lady Di, lo único que consigue es que salgamos frustrados del cine.

Lo mejor: esos primeros planos en el hotel, imitando descaradamente a David Lynch. ¿Sentido? Ninguno.

Lo peor: espero que el estreno de Grace of Monaco no se retrasara por sus similitudes con Diana.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

La gran belleza, la candidata italiana a los Oscars



Paolo Sorrentino (Il divo, Un lugar donde quedarse) dirige uno de los títulos favoritos del año en la categoría de habla no inglesa.

Imagen:Wanda Films
Puntuación: 10

Cuando supe que La caza sería la película que representase a Dinamarca en la próxima edición de los Oscar pensé que un año más el cine europeo iba a darle una lección al estadounidense (El discurso del rey, The Artist, Amor). Después de ver La vida de Adèle y ahora La gran belleza –y a la espera de 12 años de esclavitud- no me cabe la menor duda de que así sucederá. A excepción de Gravity pocas han sido las sorpresas que nos han llegado este 2013 desde la fábrica de los sueños, y todo parece indicar que habrá que mirar hacia las pequeñas producciones de nuevo.

Me resulta muy difícil escribir sobre el último film de Paolo Sorrentino, así que lo diré sin rodeos: La gran belleza es la mejor película del año, cualquier otra cosa que oigáis o leáis sobre ella no hará justicia a este homenaje a Roma, a Fellini y a una de las cinematografías más valiosas del séptimo arte. Arriesgada y hermosa como su compatriota Yo soy el amor (Luca Guadagnino, 2009), la inclasificable obra maestra de Sorrentino elige a un adinerado y nostálgico escritor para hablarnos sobre la vida, como tantos films italianos. 

Jep Gambardella (magnífico Toni Servillo) escribió un único libro en su juventud, la historia de un primer amor, que le aseguró un futuro como periodista y el eterno reconocimiento de sus amigos. Tal debió ser el éxito de su novela que vive en un lujoso apartamento con vistas al Coliseo y organiza ruidosas fiestas en las que se dan cita los personajes más grotescos y sibaritas de la alta sociedad romana. A sus 65 años, Jep no puede más que sentir lástima por ellos y por él mismo, que permanece anclado en un pasado que busca en bailarinas de striptease y en una ciudad tan mágica como decadente.

Cada una de las secuencias que componen La gran belleza está cuidadosamente elaborada, como si se trataran de los movimientos de una composición musical. Por separado son sublimes, pero es al escuchar la sinfonía completa cuando el espectador experimenta la catarsis. Si después de ver a un turista desvaneciéndose al contemplar una vista sobre la colina Janículo –en el inicio del film- no sientes nada, te esperan dos horas y media muy largas. Y si no te levantas de la butaca durante los créditos finales será porque compartes la opinión de un servidor… Asombrosa.

Lo mejor: el sugestivo montaje galardonado en los Premios del Cine Europeo y la banda sonora, en la que sobresale la pieza de Vladimir Martynov interpretada por Kronos Quartet, The Beatitudes.

Lo peor: pensar en uno de sus referentes literarios, El gran Gatsby, y recordar la horrible adaptación de Baz Luhrmann.


lunes, 25 de noviembre de 2013

El consejero de Ridley Scott



El escritor Cormac McCarthy (La carretera, No es país para viejos) firma el guión de esta película sobre narcotraficantes y abogados del diablo, con Michael Fassbender y Penélope Cruz como improbable pareja protagonista.

Imagen:20th Century Fox
Puntuación: 7

Pocos elogios está obteniendo la nueva película de Ridley Scott, y por más que me cueste llevar la contraria –es irónico, claro- he de admitir que yo la disfruté de principio a fin, desde el momento en que el consejero (Michael Fassbender) le confiesa a Laura (Penélope Cruz) que ha estado con mujeres muy cochinas hasta el inevitable derramamiento de sangre. Entre medias se suceden amenazas camufladas bajo largos diálogos, ilusiones ocultas en pequeñas mentiras y unos personajes salidos de la oscura y precisa prosa del ganador del premio Pulitzer Cormac McCarthy.

Michael Fassbender (Shame, X-Men: Primera generación) da vida a un abogado que asesora a delincuentes para que estos utilicen a su antojo los márgenes de la legalidad. Como clientes suyos tenemos al sereno Westray (Brad Pitt) y al extravagante Reiner (Javier Bardem) junto con su novia Malkina (Cameron Diaz), y fuera del terreno laboral se encuentra Laura, la ingenua que prefiere no conocer el valor del brillante que lleva su alianza. Pronto todos ellos van a tener que despedirse de su cómodo nivel de vida y rezar para salir ilesos después de jugar a ser los amos del mundo.

Probablemente El consejero sea un film especial para el director de Alien, el octavo pasajero, Blade Runner o Thelma & Louise, tres títulos que ya de por sí deberían cerrar la boca a muchos. Durante el rodaje su último trabajo perdió a su hermano, el también realizador Tony Scott (Top Gun, Amor a quemarropa), con el que solía colaborar a través de su productora. Este trágico suceso tuvo que afectar de algún modo a la concepción de El consejero, una tragedia llena de claroscuros en donde lo más importante está sucediendo mientras vemos al protagonista enredarse en su propia tela de araña.

A poco que conozcamos la filmografía de Scott sabremos que se trata de un autor que impregna su obra de una ambientación única, influenciada quizás por sus inicios en publicidad. Cuando cae en sus manos un guión nefasto, algo que por desgracia ocurre con frecuencia, se le acusa de cierto esteticismo y frialdad, pero como diría Malkina una película no tiene temperatura. El guión de McCarthy no está a la altura de sus novelas, aunque hay suficiente material en él como para no perder de vista sus futuras incursiones cinematográficas. Ambos, director y guionista, no se involucran por completo a la hora de narrar esta sigilosa versión de El precio del poder, defecto que se convierte en virtud cuando de lo que se trata es de reflexionar sobre nuestra corrupta era.

Lo mejor: el apropiado envoltorio y Cameron Diaz, lástima que no logre desencasillarse.

Lo peor: distracciones como la confesión en la iglesia.


Alternativas: Casino de Martin Scorsese o Traffic de Steven Soderbergh, monumentales frescos sobre la ambición y el complejo mundo de las drogas.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Los juegos del hambre: En llamas



Segunda entrega de la saga de Suzanne Collins, inspirada extraoficialmente en la japonesa Battle Royale, que consigue lo impensable, superar a su predecesora y ridiculizar a su más reciente referente, Crepúsculo.

Imagen:eOne Films
Puntuación: 8

Los fans de Los juegos del hambre pueden respirar tranquilos. Mientras que las adaptaciones cinematográficas de los libros de Stephenie Meyer rápidamente fueron derivando en un folletín para adolescentes adormecidos, la sádica aventura futurista protagonizada por Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) puede presumir de estar siendo llevada a la gran pantalla con fidelidad, centrándose en la terrible historia y dejando en un segundo plano los líos amorosos de unos adolescentes convertidos en asesinos contra su voluntad.

Seguramente parte del mérito de Los juegos del hambre: En llamas se deba a sus guionistas, los ganadores del Oscar Michael Arndt (Pequeña Miss Sunshine, Toy Story 3) y Simon Beaufoy (Slumdog Millionaire, 127 horas), aunque el público esté más interesado en la nueva reina de Hollywood, que está igual de bien (o mal) que en el resto de sus últimos trabajos. El éxito de Jennifer Lawrence va más allá de mi entendimiento, pero cualquier actriz que tras ganar el Oscar se niegue a participar en un estúpido proyecto tiene mis respetos. Lo importante es que después de verla manejar el arco y lucir esos flamígeros vestidos uno no puede imaginarse a ninguna otra en el papel de la mesías del Distrito 12.

Los juego del hambre: En llamas transcurre inmediatamente después de que Katniss y Peeta (Josh Hutcherson) ganasen los 74º juegos del hambre. La mediática pareja se ve forzada a hacer un tour para motivar a la población empobrecida y divulgar la propaganda de El Capitolio. La cuestión que el espectador se plantea desde un principio es cómo van a acabar ambos participando de nuevo en dichos juegos, y os recomiendo que evitéis los spoiler pues el mayor peso de la trama transcurre fuera del campo de batalla. Baste con que sepáis que se está gestando una revolución en los distritos de Panem y que el presidente Snow (Donald Sutherland) está decidido a sofocarla.

Muchos os preguntaréis por qué esta segunda parte es mejor que la primera, contradiciendo la famosa frase. De entrada su director Francis Lawrence (Soy leyenda) –tranquilos que no es el padre de Jennifer- no subestima a su audiencia, y se toma su tiempo antes de que den comienzo los juegos, que a priori son el gran reclamo del film. Tiempo necesario para desarrollar el drama de unos personajes que aman por lástima y que luchan por retrasar su trágico destino, en los que reconocemos la influencia de Shakespeare, del cine épico de gladiadores e incluso del manga y del anime –de dónde sino iban a sacar a Effie Trinket (Elizabeth Banks) con su disfraz de cosplay o al valiente Finnick Odair (Sam Claflin) cargando con su mentora, la anciana Mags, a la espalda.

A nivel técnico han solucionado uno de los aspectos menos cuidados de la anterior Los juegos del hambre, los efectos visuales. Las poco logradas mutaciones de lobo dan paso a otro animal salvaje que protagoniza una de las secuencias más angustiosas, con permiso del inicio del violento show del título, momento cumbre de una película que ilumina aún más el género de ciencia-ficción en un año tan espacial como este 2013.

Lo mejor: el crescendo del último acto.

Lo peor: te ves forzado a leer los libros por miedo a los spoiler.


Alternativas: Btooom!, serie de animación japonesa de 12 episodios que te muestra lo que de verdad les pasa a aquellos tributos que no logran sobrevivir y cuyos rostros vemos proyectados en el cielo.