martes, 28 de mayo de 2013

R3sacón, también en Las Vegas


Bradley Cooper, Zach Galifianakis y Ed Helms se reúnen de nuevo en la tercera y última entrega de Resacón en Las Vegas, o eso anticipa el eslogan: “fin”.

Imagen: Warner Bros
Puntuación: 5

Se dice que segundas partes nunca fueron buenas pero, ¿y las terceras? Salvo contadas excepciones como El caballero oscuro o El señor de los anillos, uno llega al último capítulo de una trilogía con el temor de salir defraudado una vez más y con la duda de que vaya a ver el desenlace de una saga que podría eternizarse.

Efectivamente R3sacón no está a la altura de aquella original comedia que reconstruía una noche de juerga por medio de una especie de gincana que habría hecho las delicias de Stewie Griffin. Todd Phillips continúa estancado en su reformulación de las “películas de colegas”, aunque mientras sus trabajos funcionen en taquilla nadie le va a pedir que cambie.

En esta ocasión el detonante no es otra fiesta de despedida de soltero en la que Phil (Bradley Cooper) y sus amigos toman alguna droga y no se acuerdan de nada. Mr. Chow (Ken Jeong) se fuga de la cárcel en la que lo habíamos dejado en Resacón 2, ¡ahora en Tailandia! y lo primero que hace es robarle a un mafioso llamado Marshall (John Goodman, El gran Lebowski) un montón de lingotes de oro. La única manera que tiene Marshall de llegar hasta Chow es a través de Alan (Zach Galifianakis), así que secuestra a Doug (Justin Bartha) y obliga al resto del grupo a ayudarle a recuperar su dinero.

Lo malo de este R3sacón es que después de decapitar a una jirafa al inicio del film apenas nos obsequian con un par de carcajadas. No es tan vulgar ni exagerada como la anterior entrega, ni tampoco repite el mismo esquema que ha hecho famosa a la franquicia, con lo que nos queda una insatisfactoria sensación de déjà vu. Si queréis resaca tendréis que esperar a los créditos finales, que cuentan además con una inesperada y prometedora incorporación. 

Lo más destacable, a riesgo de hacer spoiler, es ver una mínima transformación en el personaje de Alan cuando conoce a Cassie (Melissa McCarthy, La boda de mi mejor amiga), la empleada de una tienda de empeño en Las Vegas, otro de los elementos que regresan del primer resacón y que Todd Phillips utiliza para dar a su serie un tono épico que sin duda le viene grande. 

Lo mejor: la cabeza de la jirafa estampada en el parabrisas.

Lo peor: Bradley Cooper ya no se lo pasa tan bien.



jueves, 16 de mayo de 2013

El gran Gatsby de Baz Luhrmann



Leonardo DiCaprio vuelve a ponerse a las órdenes del director de Romeo + Julieta de William Shakespeare en esta nueva adaptación del clásico homónimo de F. Scott Fitzgerald.

Imagen: Warner Bros
Puntuación: 5

Uno de los grandes libros del siglo pasado es El gran Gatsby, publicado en 1925 sin éxito alguno. Su autor, siguiendo la maldición de otros artistas, murió alcoholizado sin saber que su obra se estudiaría en las universidades, que se venderían muchos más de veinte mil ejemplares y que Robert Redford y Leonardo DiCaprio darían vida a Jay Gatsby. Me gustaría seguir escribiendo curiosidades sobre el genial novelista estadounidense, como su “aparición” en Midnight in Paris de Woody Allen o que el nombre de su mujer Zelda sirvió de título a una de las sagas más famosas de videojuegos, pero se notaría demasiado que intento ignorar al elefante rosa que se ha colado en la cartelera.

Antes de proseguir quiero dejar clara una cosa, Baz Luhrmann es el responsable de llevar al cine uno de los libros que mejor refleja el desencanto de la Generación perdida. Con esto quiero decir que no esperéis fidelidad al texto original (Romeo + Julieta) ni una duración comedida (Australia). Tampoco toméis como referencia Moulin Rouge, lo más cerca que ha estado Luhrmann de alcanzar la gloria, el spectacular, spectacular musical protagonizado por Nicole Kidman revolucionó la industria y abrió de nuevo las puertas a un género vetado en Hollywood. Los treinta primeros minutos de El gran Gatsby intentan recuperar la grandiosidad de aquel film, salvo que no hay coreografías con temas de Queen o Madonna ni tenemos a Satine colgada de un columpio, por lo que la magia se va perdiendo a medida que conocemos a Jay Gatsby (Leonardo DiCaprio).

Luhrmann quiere que su Gatsby sea misterioso, a sabiendas de que su público no ha leído a Fitzgerald, y por un momento consigue despertar en nosotros el mismo interés que provoca en Nick Carraway (Tobey Maguire, Spider-Man), un aspirante a escritor que siente admiración por su vecino, un playboy de cuya fortuna se desconoce el origen y que organiza las mejores fiestas de un Nueva York en fase de desarrollo. La trágica encarnación del sueño americano que probablemente inspirara la creación de uno de los iconos de la televisión actual, el Don Draper de Mad Men, sirve a DiCaprio para componer uno de sus papeles sedientos de Oscar.

Cuando descubrimos que la causa de tanto excesos es un amor de antes de la Gran Guerra llamado Daisy Buchanan (Carey Mulligan, Drive) la película entera pasa ante nuestros ojos –y aún queda bastante metraje por delante- y a Luhrmann le da por reprimir su excéntrico modus operandi. Baz, alguien está coartando tu creatividad, y viendo la cantidad de dinero que te han confiado para realizar esta producción (105 millones de dólares), mucho me temo que seas tú mismo. Así no.

Lo mejor: el vestuario y los decorados diseñados por Catherine Martin, esposa de Luhrmann.

Lo peor: desear regresar al pasado, como el propio Gatsby, y asistir por primera vez a la proyección de Moulin Rouge.


miércoles, 15 de mayo de 2013

Guerra Mundial Z: Primeras impresiones



Después de ver 15 minutos del estreno del verano, protagonizado por Brad Pitt y por millones de zombies creados por ordenador, las polémicas sobre su rodaje comienzan a disiparse.

Imagen:Paramount
Guerra Mundial Z es una novela de Max Brooks en la que se relatan las consecuencias de una guerra contra zombies a través de entrevistas a los supervivientes. Han pasado seis años desde su publicación y la adaptación cinematográfica llegará a las salas este verano, el 2 de agosto para ser exactos. Paramount ha querido enseñarnos quince minutos del film, correspondientes a tres secuencias no correlativas, que pasando por alto algún efecto visual poco sutil me han sorprendido gratamente.

Marc Foster ha sido el encargado de presentar este montaje, desde la pantalla lamentablemente, advirtiéndonos de que aún quedan algunos detalles técnicos por pulir antes del estreno de su esperada obra, que ha sufrido varios retrasos debido a su elevado presupuesto y a incorporaciones de última hora como la pareja de guionistas de moda formada por Drew Goddard (La cabaña en el bosque) y Damon Lindelof (Prometheus), que a pesar de no contar con grandes éxitos de taquilla en su currículum siempre serán admirados por ser dos de los escritores más productivos de la serie Perdidos.

Tras la introducción del director de títulos tan dispares como Monster’s Ball, Descubriendo Nunca Jamás y 007: Quantum of Solace, dio comienzo la suculenta primicia tal y como ya habíamos visto en el tráiler, con Brad Pitt y su familia feliz corriendo por la calles de una Philadelphia plagada de zombies, algo así como un cruce entre Lo imposible y 28 días después. Justo antes de que los militares empiecen a bombardear los puentes y así evitar la propagación del virus, saltamos a Jerusalén, con Gerry, que así se llama el personaje al que interpreta Pitt, haciendo nuevas amistades y enfrentándose a una montaña de zombies similar a la de aquel anuncio de Play Station 2.

Finalmente nos trasladamos a un avión, en el que por suerte los de clase turista no están dormidos como en el último engendro de Almodóvar, sino que son infectados y a Gerry no le queda otra que lanzar una granada, ¿os he dicho ya que están en pleno vuelo? Y hasta ahí hemos podidos ver, lo justo para quedarnos con ganas de mucho más. Dónde están la mujer (Mireille Enos, The Killing) y las hijas, quién es el paciente cero, cómo conseguirá bajar Gerry del avión… cuestiones para las que no obtendremos respuesta hasta el próximo verano, a menos que acudamos al libro de Brooks, al que por lo visto no han sido muy fieles.


lunes, 13 de mayo de 2013

Maniac (2012) Vs Maniac (1980)



Alexandre Aja, responsable de los magníficos remakes de Las colinas tienen ojos y Piraña, demuestra una vez más su pasión por el cine de terror con esta versión en primera persona del film de culto Maniaco.


Pocos de vosotros os acordaréis de Maniaco, película de 1980 protagonizada por un psicópata que arrancaba las cabellaras a sus víctimas para luego ponérselas a los maniquís con los que compartía piso. Alexandre Aja, director francés que conquistó la taquilla estadounidense con las contundentes Alta tensión y Las colinas tienen ojos, seguro que la recuerda como una de las obras que marcaron su infancia, que intuyo repleta de motosierras y máscaras de Hockey. 

Aja vuelve a dar una clase magistral sobre cómo hacer un remake con Maniac, a pesar de reservarse tan sólo las labores de guionista y productor –la dirección recae en Franck Khalfoun, con el que colaboró en Parking 2. Uno de los aciertos de Maniaco era ponernos en la piel de Frank, un psicópata obsesionado con el recuerdo de su madre que recorría las calles de Nueva York a la caza de mujeres indefensas, de esas que al huir siempre se tuercen un tobillo. En esta ocasión, los guionistas van un poco más allá y meten al espectador dentro de la cabeza de Frank, convirtiéndolo en sus ojos, pues el film está rodado en primera persona y solamente vemos al torturado personaje cuando se refleja en un espejo o en un par de ocasiones en que la cámara abandona su cuerpo.

El film original apenas contaba con planos subjetivos y utilizaba la respiración del maniaco como recurso que anticipaba sus brutales asesinatos, en la línea de los giallo de Dario Argento. Sin embargo Khalfoun se lanza al vacío apropiándose de la magnífica idea que tuvo John Carpenter en 1978 con la secuencia inicial de La noche de Halloween. El resultado, lejos de ser tedioso, es el deseado por sus creadores, adictivo como un videojuego y turbador como la lectura de American Psycho (Bret Easton Ellis, 1991).

Algunas de las escenas más memorables de la película que en su día dirigiera William Lustig, conocido sobre todo por la saga de Maniac Cop, se mantienen para goce de los fans, como la persecución en el metro y la venganza de los maniquís -que posiblemente inspirara la trama de Maniquí, otro título mítico de los ochenta. Otras tan bizarras como el truculento ataque de la madre zombie no están en este nuevo Maniac. A cambio tenemos una mayor profundización en el pasado del protagonista, con flashbacks que nos muestran su particular infancia, y también en su presente: de dónde saca tanto maniquí, porqué el pelo femenino es uno de sus fetiches y cómo intenta frenar sus sangrientos impulsos. 

No es hasta que conoce a Anna (Nora Arnezeder, descubierta en París, París), una artista que fotografía las figuras que son el oscuro objeto de deseo de Frank, que éste se plantea dejar aparcados sus hobbies y comenzar una vida “normal” junto a la encantadora francesa. Llegados a este punto os preguntaréis quién da vida al perturbado en cuestión, o quizás os parezca que de lo que se trata es de ver cómo se las ingenia para matar a las solteras urbanitas, pero esto ya lo hemos visto otras veces, aunque no de forma tan salvaje y menos en estos tiempos. Joe Spinell inmortalizó a Frank Zito, además de ser el autor del guión, era difícil superarle, o eso pensaba hasta que vi la mirada de Elijah Wood reflejada en el retrovisor mientras espía a su primera víctima. Las pocas veces que vemos su ojeroso rostro son más que suficiente para que se nos quede grabada su imagen de asesino en serie que bien podría vivir en la puerta de al lado. Absolutamente terrorífico.

Lo mejor: “Por favor no grites, eres tan hermosa”.

Lo peor: No volver a confiar en Frodo.